jueves, 9 de octubre de 2008

PROPAGANDA DE MENTIRAS (y III)

Centrándome en la educación de las personas sordas, discutido en profundidad en múltiples reuniones, las expectativas y las oportunidades siempre han estado presentes. Lo que pasa es que nadie ha dado el paso efectivo para lograr una implantación educativa que redunde completamente en beneficio de la persona sorda.
Cualquier persona sorda tiene la misma capacidad de captación, mediante el estudio, que una persona no sorda. El problema está en que no han sabido encauzarlo de una manera efectiva, siendo la denominada integración un tremendo error de bulto donde no aprenden absolutamente nada.
No existe duda alguna de que los profesores que no utilizan o no saben el lenguaje de signos no pueden enseñar genéricamente a alumnos sordos integrados en las aulas con alumnos no sordos. Para que el sordo aprenda, al mismo nivel que sus compañeros no sordos, el profesor debe dedicarse plena, y únicamente, al alumno sordo lo que es a todas luces imposible en un colegio público.
Todas las metodologías y todos los recursos SI SIRVEN para lograr que el alumno sordo acceda a todas las oportunidades de desarrollo personal y profesional a las que tiene pleno derecho como todos los demás ciudadanos del país. ¿Dónde ésta la pega?... la pega está en los métodos de comunicación. Sólo ahí.
La mentira propagada de que los niños y niñas con sordera que se comunican en lengua oral (deberían definirlo con precisión: se comunican por el método oral, no por lengua oral) presentan necesidades diferentes a las de las demás personas sordas es fácilmente contrastable con la ambición monetaria. Porque la única verdad, la única razón para que un sordo, sordo profundo, pueda oír, es la sanación de la parte cerebral que aglutina los sonidos… a la más temprana edad posible por no mencionar intervenciones intrauterinas.
La aplicación de la tecnología, llámese nanotecnología o lo que sea, sólo conduce a trasladar los sonidos a una parte del cerebro “averiada” que no es capaz de separar todos y cada uno de los sonidos a la perfección, traduciéndolos en un maremágnum de notas discordantes que necesitan depender de la vista para concretarlas.
No voy a entrar en el resbaladizo terreno de tratar de los familiares de la persona sorda que no son sordos. Ahí cuenta, y mucho, los sentimientos egoístas antes que la verdadera necesidad de encauzar la vida del niño sordo.
De hecho, he conocido y conozco a muchísimos padres que han adquirido la lengua de signos para comunicarse con sus hijos… éstos han salido ganando, con mucho, frente a aquellos padres que miran con malos ojos el movimiento de manos y brazos. El resultado de éstos últimos está a la vista: personas sordas extraviadas en un mundo de tiburones sin saber que hacer, cuando se hacen mayores y pierden a los familiares, creándose ellos mismos un mundo cerrado. ¿Es esto lo que quieren muchos padres?
Lo extraño, lo desconcertante de todo el problema está en las propias asociaciones que defienden íntegramente el método oral. Dirigiéndome a los mismísimos dirigentes de esas asociaciones, les pregunto: ¿Cómo es que sus propios hijos reniegan de ése método y se unen al del lenguaje de signos?
¿Qué no?... ¿Cómo es que la hija de la propia presidenta de la asociación ceutí de padres y amigos de los sordos, que ha transcrito ese artículo, esté completamente inmersa en un asociacionismo totalmente opuesto al que propaga su propia madre? ¡Y se comunica con el lenguaje de signos! ¿Así la han enseñado?
No voy a seguir más sobre el tema. Los padres son los responsables del futuro de sus hijos, así que son ellos los que deciden.

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