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Hoy vamos a hablar del hospital.
El hospital es parecido o igual que el hotel.
Tiene camas, tiene cocina, tiene cuartos de baños… completamente igual que cualquier hotel. Bien.
Uno, cuando está enfermo, llama a la ambulancia.
Viene la ambulancia, apartando a los coches, y te llaman. Te recogen. Te colocan en una camilla y te mete en el furgón que sale enseguida hacia el hospital…
Mientras que en el hotel, al que vas andando, saludas y te apuntan. Te dan las llaves de la habitación y acompañado por el botones con las maletas. Debes andar subiendo escaleras hasta llegar a la puerta de la habitación. El botones la abre y te hace pasar, luego entra las maletas y poniendo la mano abierta para que le des propina.
En el hospital no hace falta. La ambulancia llega hasta la puerta. En la misma puerta te espera una silla de ruedas o una camilla si te encuentras muy débil.
En la camilla, con ruedas que parece un coche de carreras, te colocan y ya está.
Te arreglan los papeles y ya vas directo a la habitación, corriendo en la camilla.
Dos enfermeros cogen la camilla con ruedas y tú mismo estás acostado. Te lleva por pasillos.
El hospital tiene pasillos larguísimos con muchas puertas. A la vuelta de un recodo, otro pasillo también con muchas puertas a lo largo…
Tumbado en la camilla con ruedas y llevada por los dos enfermeros, parece que participas en una procesión de Semana Santa. Te parece que eres la figura del paso y las personas, situadas a lo largo el pasillo, los espectadores que miran pasar desfilando el paso.
Igualito que en Semana Santa. Sí.
Al entrar en la habitación, se observa es igual que la de un hotel, con doble plaza. Dos.
En la de al lado está un señor, enfermo de hace tiempo. El que conduce la camilla te dice que ahí estarás.
Te cogen y te depositan en la cama en un momento. Botas sobre la cama.
Bien, ya estás en el hospital, tumbado en la cama. Viene una enfermera que lleva en el brazo un pijama. Te pide por favor que te quites toda tu ropa.
¿Qué vas a hacer?, pues todo fuera y te entrega el pijama.
Ves que el pijama está usado mil o más veces por anteriores enfermos, seguro.
Lo hueles y está limpio… pues nada, no hay problema.
Lo coges y te lo pones… hasta que la enfermera te llama la atención y te pide que te quites el calzoncillo y la camiseta.
“¿Sí?, bueno” respondes atolondrado.
Te lo quitas y se lo entregas, también la camiseta. Bueno, ¡ya!
Entonces puedes ponerte el pijama, así.
En el hospital no hacen falta calzoncillos ni camisetas.
En el hotel sí. En una maleta o bolsa los colocas y te lo llevas. Hay que hacer muda, de calzoncillos y camisetas… pues.
En el hospital no hacen falta. Realmente te quedas desnudo completamente. Sólo con el pijama o, a veces cuando vienen los médicos para auscultarte, te dan una bata que está abierta por detrás con lacitos. Como sobra la parte de abajo, destaca la vista del culo aireado… como está abierta ahí.
Bueno, es igual. Cuando quieres ir al lavabo andarás con la mano detrás. Ahí.
Ya estás en el hospital acostado y tapado. Miras al de al lado y ves agonizando a un tipo mayor, por lo menos más mayor que tú. Su cara da miedo.
Os explicaré lo que hacen dentro del hospital, en el tema de la comida. Sí, el hospital es estupendo. No es igual que en el hotel.
En el hospital te dan la comida, tres, cada día: el desayuno, la comida del mediodía y la cena.
Pero el desayuno…, vosotros sabéis que, en la propia casa, la familia prepara el café. Te lo colocan en la mesa, demás pan con mantequilla y mermelada u otras cosas también, porque cada uno es diferente.
Cuando vas a tomarte el café, como no te han avisado antes, te quemas. ¡Joder, cómo quema! Te echas una bronca ¿no? Pues sí.
En cambio, en el hospital te ponen una bandeja con un tazón de café y cuando lo miras ves que es con leche. Bueno.
Lo vuelves a mirar y te preguntas si eso es café con leche. Porque tiene un color extraño, gris o algo así…, como ya tienes experiencia de antes en tu casa ¿quemará?
Con ese café te entra la duda y con precauciones lo pruebas… ¡está frío!, ¡puff!. Tan frío que parece un polo.
Al lado, en la bandeja del café, hay un pan redondo. Es un bollo que investigas y notas que ni es dulce ni tiene sal. Es soso y, aún más, es un poco duro.
Si piensas que te lo vas a comer como desayuno… empezamos bien.
Coges el pan y lo metes en el tazón del café y lo dejas un rato. Cuando vuelves a mirarlo, al punto, el bollo se ha bebido el café chupándolo y dejando el tazón vacío.
Pruebas el pan mojado, ¡puagg!, ¡qué malo! Lo dejas para tirarlo a la basura.
Pero es verdad que en hospital se come formidablemente. Muy bien.
Gracias a la familia que te traen la comida.
Muchos familiares, amigos, sobre todo primos, que te visitan en el hospital y te traen recipientes con comida dentro. Jamón del bueno; quesos magníficos; morcillas… y hasta tortillas de patatas. ¡¡Hummm!!, eso está bueno.
Ya puedes comer a gusto. Los del hospital, al mediodía, te traen una comida con eso, esto y aquello. La pruebas y ¡puaff! Todo eso para tirarla. ¡Anda, qué mala!, mala, malísma.
Por la noche igual, te ponen una sopa que, al mirarla, sólo tiene tres fideos flotando en una especie de caldo que destaca pareciéndose al agua de fregar platos.
Con la cucharita… ni así te lo tomas, porque el estómago protesta como gritándote: “¡Cuidado con introducirme esa bazofia!”
Por suerte te sobra la comida, que te han portado los familiares. Con eso te sobra para comer todo el día y los siguientes. Así que no hay problema. Está bien.
Ya es de noche y te duermes. Por la mañana, del día siguiente, viene una enfermera guapa, con buen tipo. Se acerca contoneándose y piensas “¡Vaya bombón bamboleante!”
Te saludo con un “¡Hola!, buenos días” y le respondes:”Buenas noches, perdón, buenos días”
- ¿Qué tal, estás bien? –te vuelve a preguntar.
- Bueien egular –le respondes.
- ¿Has comido bien?
- ¡Ah! La comida es formidable, de puta madre. Buenísima.
- ¡Oh!, estoy muy contenta. Es porque la cocina del hospital es muy buena.
Te quedas mirándola como un pasmarote y le respondes
- ¡¡¿Qué cocina del hospital?!! Esa comida va directamente a la basura. La que como me la trae mi familia.
La pobre chica termina con un ¡Ah!, alejándose totalmente sonrojada.
Ya sabemos que los hospitales no tienen premios culinarios. No tienen ni un mísero tenedor, ni una estrella Michelin ¿cómo van a ofrecer una comida buena?
También existe, dentro del hospital, mucha comodidad. Como cuando quieres ir al lavabo y temes que al orinar te interrumpas. Que salga y te cortes alternativamente. Ya, ya.
Cuando viene el médico para auscultarte, siempre te pregunta
- ¿Qué tal la orina? ¿Bien?
Cuando le respondes que regular, que la sueltas a plazos, entonces llama a voces a una enfermera. Viene una enfermera presumida y otra enfermera más forzuda.
Las observas y exclamas “¡Hostias! ¿Qué pasa?”
La enfermera presumida pregunta que Cuál es el problema y el médico se lo explica, mientras tú no lo entiendes.
Traen un tubo flexible y así de largo.
Observas con temor y preguntas
- ¿Eso, para qué es?
Te responden:
- Tranquilo, tranquilo. No pasará nada.
Te agarran el pene y te introducen el tubito… ¡joder! ¡uff!... mientras siguen introduciéndolo y tú saltas de dolor exclamando
- ¡Eh! ¿qué hacen?
- Nada, silencio, tú tranquilo.
El tubo llega a un recipiente de plástico colocado al lateral de la cama.
¡Ah!, al orinar pasa por el tubo y, cómodamente, entra en la bolsa. No hace falta levantarse para ir al lavabo, bajarte los pantalones, abrir el calzoncillo y sacarte la cosa para orinar… ¡qué bien!
Cómodamente tumbado en la cama y con el tubo colocado, orinas que da gusto quitándote un peso.
Después, cuando la bolsa se llena, la enfermera la recoge, la cambia y tapándola se la lleva para tirarla a la basura. Supongo.
¡Qué bien! En el hospital se está muy bien. En el hotel no existe este servicio. Has de hacerlo por tu cuenta yendo al lavabo.
¡Ah!, también quieres hacer de cuerpo y preguntas
- ¿Cómo coy al lavabo con el tubo y la bolsa? ¿La llevo arrastrado allá?
El médico te responde, como siempre
- Tranquilo
Mientras manda traer otro tubo, este más gordo y con la boca flexible. Lo miras horrorizado y preguntas
- ¿Eso qué es?
- Tranquilo…
Te lo meten en el culo. Un tubo por el culo y bien introducido… ¡vaya!
En un recipiente, que es a dónde va la caca soltada… ¡hop! Y nada más.
No huele, no hiede… pero en el hospital huele ¿a qué?, a medicinas, a alcohol, etc.
Puede que se esté aburrido, pero… No, aburrido no.
Entre los temores de que te llamen para operarte, las pastillas, las enfermeras y varias cosas más pasa el tiempo bien. Hasta viene la familia, los amigos, con los que hablar, pues. No te aburres
Cuando quieras te levantas, en pijama claro, coges una bata con cinturón, Miras que tiene el escudo en la pechera, de INSALUD, de los hospitales españoles.
Miras y remiras el escudo y parece que eres un marques o un conde por lo menos.
Aunque ya sabes que la bata ha sido usada miles de veces por anteriores enfermos… es igual.
Molesta el tubo y la bolsa, ¿eso cómo lo coges? Llamas a la enfermera y le preguntas si te lo puedes quitar. Te responde que no y te enseña que es fácil colgártelo dentro de la bata ¿Así?, con el tubo colgando hasta la bolsa. Bueno, ves que abulta mucho.
Te vas a pasear por el pasillo y observs que hay muchos enfermos paseando.
Parece que entras en una película de terror, ¿por qué?... ves a un hombre con una barra vertical de acero, alta con una botella colgando boca debajo de la que salen tubitos clavados en el brazo y en el dorso de la mano. Observas al tío que está andando vacilante y te asustas. Ves a otro enfermo, muy mayor, con un artilugio con patas con el que anda apoyándose y respirando angustiosamente…
Los miras y te preguntas:
- ¿Yo aquí? No. Parece que son zombis.
Por eso se dice lo de la película de terror. Te vas rápidamente a tu cama donde estarás más tranquilo.
Ahora vienen dos enfermeras grandes y fuertes, con dos enfermeros también grandes y forzudos. Te rodean la cama. Los observas con temor y preguntas
- ¿Qué pasa?
- Tranquilo
Traen una camilla estrecha con ruedas y la acercan. Entre los cuatro te agarran y te colocan en un momento en la camilla. Te sorprendes de que te cojan y ¡ya!
Te ponen una sábana, agarran la camilla y salen disparados, corriendo que parece que vas en un coche de fórmula 1. ¡Vaya!
Siguen corriendo adelante y les preguntas
- Oye, ¿a dónde vamos?
- Tú tranquilo, vamos al quirófano.
Miras atónito y vuelves a interrogar
- ¿Vamos al quirófano? Sin avisarme, ¡joder!"-
Y entras en el quirófano en la camilla y de golpe te cogen y trasladan a otra camilla fija.
Al encontrarte ahí ¡hostias! Una lámpara redonda pon luz potente… ¡huy!, tan grande con la luz dándote directamente en los ojos. Te confundes y te quedas casi ciego y desorientado.
Poco después una enfermera viene con una jeringa que tiene una aguja grande y te pincha en el brazo…
Ya está, ¡adiós! Te quedas dormido.
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